Reto adaptativo al cerebro
El hombre es territorial, necesita sentirse en un espacio seguro, necesita abrir los ojos y reconocer dónde se encuentra. Muchas veces nos sentimos cómodos y contentos cuando volvemos a ese espacio donde fuimos felices. Estas son las necesidades de seguridad que describió Abraham Maslow en su pirámide de necesidades.
Lo cierto es que la migración ha dejado tiradas todas esas necesidades de seguridad y nuestro cerebro busca desesperadamente un puerto seguro donde sentirse a salvo. La comida es uno de estos elementos adaptativos. A través de nuestro paladar buscamos recordar la sazón de nuestras madres y abuelas, por ello, los migrantes buscan en sus viejas tradiciones en sus países de origen revivir recuerdos, por ejemplo como muchos venezolanos en diciembre rastrean en los mercados los soñados ingredientes de las hallacas el plato típica del país en esa época.
Otro elemento adaptativo es el acento, sobre todo cuando migramos a un país de habla hispana. Por ello tenemos venezolanos que hablan con acento colombiano, argentino o español, pero según algunos estudios, esto es una adaptación neolingüística de nuestro cerebro para sobrevivir.
Uno de los cambios más fuertes y adaptaciones más radicales es el trabajo, no importa si tenemos varias maestrías en la nueva realidad tienes que empezar de cero, así hemos encontrado médicos que ahora son cocineros, administradores que ahora son mesoneros, repartidores de comida de todos los estratos y mucha, pero mucha readaptación. Todo un reto de neuroplasticidad para nuestro cerebro, porque la adaptación y la sobrevivencia son la meta.
